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Claves para entender la crisis de las materias primas

La pandemia de coronavirus nos ha demostrado lo dependientes que somos de lo que sucede en el mundo. Pero no solo nos ha enseñado que no somos ajenos a lo que pasa en otra parte del planeta en términos sanitarios o medioambientales, sino que también ha puesto de manifiesto la creciente interdependencia económica que tenemos en un contexto globalizado.

Uno de los fenómenos que mejor refleja esta relación económica mundial es la actual crisis de las materias primas, provocada, entre otros factores, por un acaparamiento de los suministros por parte de algunas potencias mundiales.

Para hacer frente a la pandemia, China está reteniendo materias primas para garantizar el consumo propio y el de sus socios comerciales, lo que está ocasionando su escasez en los mercados internacionales.

Esta circunstancia se está dando, por ejemplo, con la mayor parte del litio necesario para la fabricación de coches, con los semiconductores (chips necesarios para la fabricación tecnológica), con el sector ganadero o con otras materias primas fundamentales como el cobre, el zinc o el aluminio.

Una de las principales consecuencias de este acaparamiento es el déficit de materias primas para la producción en mercados como el europeo. Según el análisis del Banco de España en su último informe trimestral, la escasez de materias primas está impidiendo que las empresas manufactureras europeas puedan responder a la recuperación de la demanda que se está dando tras el cese de las restricciones sanitarias.

Según el informe Evolución de la cuenta corriente de la zona euro durante la pandemia, del Banco Central Europeo, el 23 % de las empresas manufactureras de la zona del euro acusan limitaciones en la producción por la falta de suministros.

Por su parte, la encuesta de opinión de la Comisión Europea del mes de julio habla de un 40 % de las empresas manufactureras europeas afectadas por la falta de materias primas, una situación que en España se reproduce en un 37 % de las empresas.

Según el Banco de España, esta crisis se está viendo reflejada en sectores como la automoción, la fabricación de material y equipo eléctrico, la fabricación de productos informáticos y electrónicos y la de productos de caucho y plástico, así como en la industria química.

Una de las principales consecuencias que se está derivando de esta crisis de las materias primas es la escasez mundial de semiconductores, más conocidos como chips, un tipo de componente básico para la fabricación de multitud de productos tecnológicos, y que requieren de varios metales básicos para su fabricación.

Al ya mencionado acaparamiento del suministro por parte de China y sus socios internacionales, se une la propia tendencia de consumo que se derivó de la pandemia de la COVID-19. Las mayores necesidades de digitalización surgidas en el ámbito laboral, educativo y doméstico fomentaron la compra de dispositivos electrónicos, un aumento de la demanda que pronto empezó a colisionar con la escasez de materias primas.

El resultado han sido los problemas de suministro acumulados en los últimos meses en productos como teléfonos móviles, ordenadores, coches, aviones, equipos médicos o electrodomésticos.

La creciente conectividad digital y la llegada del 5G está derivando, además, en que cada vez más productos nuevos, tales como termostatos, bombillas, frigoríficos o automóviles, incorporen circuitos integrados.

Este efecto también ha tenido su impacto en el sector de la automoción. Tras los parones de producción provocados por la pandemia, las fábricas europeas, al elevarse de nuevo la demanda, se encontraron con que buena parte de las materias primas destinadas a la fabricación de semiconductores habían sido copadas durante el tiempo de confinamiento por el sector electrónico.

El 43 % de sus empresas se están viendo limitadas en su capacidad de producción, y la falta de componentes electrónicos y de plásticos ya ha provocado paros parciales en algunos fabricantes de automóviles y está generando tensiones en otras industrias auxiliares.

Estas restricciones de oferta se han ido trasladando al resto de la economía y mantienen expectantes a otros sectores de la pequeña y mediana empresa.

Pero ¿cómo está afectando esto al día a día de los ciudadanos? Lo cierto es que lo que ocurre en las grandes economías acaba afectando a nuestros bolsillos.

La pandemia ha tenido también un efecto contagio en las economías domésticas, como resultado de crisis globales como la de la escasez de suministros y otros fenómenos resultantes.

Un ejemplo es la crisis de los contenedores provocada por la escasez de espacio (en barcos y en contenedores) y el encarecimiento de los fletes en el tráfico marítimo para hacer llegar las mercancías desde Asia a Occidente.

Estas circunstancias están teniendo un efecto paralelo en el bolsillo de los consumidores españoles. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, el Índice de Precios de Consumo (IPC) registró una variación interanual del 5,5% en octubre, su nivel más alto desde septiembre de 1992. Aunque todavía se desconozca en detalle la evolución de los componentes de la inflación, el INE destaca las fuertes subidas de los precios de la electricidad y de los carburantes y combustibles, frente a los descensos observados en octubre del año pasado.

A pesar de que los indicadores apuntan a que deba tratarse de una situación transitoria, el consumo responsable se perfila como una forma adecuada de hacer frente al actual escenario.


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