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El BIS señala que, si bien las medidas tomadas durante la pandemia fueron necesarias, se aplicaron de manera excesiva

Bancos centrales y gobiernos han puesto a prueba los límites de la “región de estabilidad” con sus políticas monetaria y fiscal

MADRID, 17 (EUROPA PRESS)

El director general del Banco Internacional de Pagos (BIS por sus siglas en inglés), el mexicano Agustín Carstens, considera que las medidas de apoyo implementadas durante la pandemia estaban justificadas, pero no estuvieron suficientemente calibradas, empujando a las políticas monetaria y fiscal a poner a prueba los límites de la “región de estabilidad”, como se refleja en las recientes turbulencias del sector financiero.

“Las respuestas políticas a la pandemia estaban plenamente justificadas en ese momento”, ha reconocido Carstens, recordando que dichas ayudas mantuvieron a flote a las empresas y preservaron los medios de subsistencia, impidiendo una caída en picado de las economías.

Sin embargo, en su análisis señala que, en estas circunstancias sin precedentes, “los políticos no se arriesgaron”, añadiendo que la calibración de los estímulos entonces fue extremadamente difícil, pero que, con el beneficio de la retrospectiva, “ahora está claro que el apoyo era demasiado grande, demasiado amplio y demasiado duradero”.

De este modo, el banquero mexicano apunta que, por primera vez en las últimas décadas, coinciden la emergencia de una alta inflación y del estrés financiero, cada uno con sus propias causas específicas, pero en ambos casos “un síntoma de un problema más amplio y más profundo”: La política monetaria y fiscal ha puesto a prueba los límites de la “región de estabilidad”.

Cárstens ha definido esta región como las constelaciones de política monetaria y fiscal que, llevadas a cabo a lo largo del tiempo, respaldan la estabilidad macroeconómica y financiera y mantienen manejables las inevitables tensiones entre ambas y que al mantenerse claramente dentro de este espacio se evita dañar a la economía a través de la inflación, el estrés financiero y las recesiones, contando con suficiente espacio para hacer frente a ‘shocks’ inesperados.

En este sentido, para el director del banco central de los bancos centrales poderosos vientos de cola seculares como la globalización, enmascararon el aviso que la alta inflación ofrece cuando las políticas ponen a prueba los límites de dicha región de estabilidad, mientras que la dinámica de la liberalización financiera originó una nueva señal: la inestabilidad financiera.

“La inflación desactivada fomentó la creencia de que la política monetaria y fiscal podrían suavizar cada recesión económica y prolongar las expansiones con poca restricción”, recuerda en referencia a la implementación de fuertes estímulos en las recesiones, pero con poca normalización y reconstrucción de los amortiguadores de políticas cuando se reanudaba el crecimiento.

“En algunos episodios recientes de tensión financiera, es difícil pasar por alto la huella del impacto acumulativo de las políticas monetarias y fiscales”, sostiene en referencia al impacto en estos episodios de la combinación de una deuda pública alta y creciente junto con tasas de interés bajas durante mucho tiempo.

“La expectativa de que las tasas de interés se mantuvieran bajas dio forma a modelos de negocios, impulsaron la asunción de riesgos y fomentaron el apalancamiento (…) lo que amplificó el potencial de estrés financiero”, explica.

A este respecto, advierte de que el riesgo de inestabilidad financiera aumenta los desafíos a los que se enfrentan los bancos centrales en su intento de restaurar la estabilidad de precios, señalando que este riesgo sería mayor si los bancos centrales tuvieran que mantener las tasas de interés más altas durante más tiempo.

“Un endurecimiento adicional sustancial podría desencadenar nuevas turbulencias financieras. Y las turbulencias financieras pueden exigirles que intervengan para estabilizar el sistema financiero, en su calidad de prestamistas o creadores de mercado de último recurso”, resume Carstens.

Por lo tanto, para el banquero azteca se requiere un cambio en la mentalidad de las políticas, subrayando que regresar firmemente dentro de los límites de la región de estabilidad debería ser una consideración política consciente y explícita.

“No hay tiempo que perder. Cuanto más dure la inflación, más probable es un cambio a un régimen de alta inflación”, alerta ante el riesgo de que las expectativas de inflación se desanclen y entre hogares y empresas se afiance “una psicología inflacionaria”.

De este modo, señala el riesgo de que los tipos de interés deban permanecer más elevados y por más tiempo de lo que se pensaba anteriormente.

“Si lo hacen, los gobiernos sentirán el pellizco”, advierte, ya que el coste del servicio de la deuda está aumentando rápidamente, mientras que los tipos lastrarán el crecimiento, ejerciendo una presión cada vez mayor sobre las finanzas públicas y haciendo que los altos niveles actuales de deuda pública sean menos sostenibles.

Asimismo, a más largo plazo, los bancos centrales pueden verse presionados a reducir el ritmo del ajuste monetario para aliviar la carga sobre las finanzas públicas.

De este modo, para el director gerente del BIS será importante garantizar que la senda de ajuste consistente con una inflación más baja no se vea comprometida por las necesidades inmediatas del sector financiero.

Sobre esta cuestión, para el mexicano la política fiscal también tendrá que desempeñar su papel, ya que, a través de la consolidación, ayudaría a reducir la presión sobre la demanda agregada y la inflación, limitaría el riesgo de ser una fuente de inestabilidad financiera y proporcionaría más margen en caso de que se requiera para respaldar la gestión de crisis al abordar los problemas de solvencia.

“A medida que las políticas monetaria y fiscal, actuando en conjunto, controlen la inflación, la inestabilidad financiera debería disminuir”, apostilla.


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